Por Luis Martínez Alcántara

Monterrey salió a la cancha del Mundial de Clubes como un martillo pilón y aplastó 4-0 al Urawa Reds, firmando una de las victorias más contundentes del torneo. El doblete de Germán Berterame, coronado por los tantos de Jordi Corona y Néstor Deossa, selló una noche perfecta para los Rayados. Más que tres puntos, el equipo regio exhibió un fútbol vertical, efectivo y sin concesiones que puso a temblar a los favoritos europeos.

Con este resultado, la Liga MX y la Concacaf se ponen la corona en alto: Monterrey demuestra que el discurso de “la confederación débil” quedó en el pasado. Velocidad por las bandas, presión alta y una defensa blindada hacen ver a los Rayados como un verdadero candidato a dar la campanada final. Mientras tanto, las redes arden con elogios a la estructura deportiva y la inversión inteligente del club norteño.

En contraste, Pachuca viajó con sombrero y chanclas; su eliminación temprana fue tan predecible como su eterna arrogancia. El equipo hidalguense se paseó por el torneo sin idea ni garra, recordándonos que la gloria internacional no se gana con discursos motivacionales sino con planteles sólidos. Al final, los Tuzos confirmaron lo que muchos ya sospechaban: son más equipo de redes sociales que de cancha.

Del otro lado del continente, River Plate y Boca Juniors —históricos del fútbol argentino— enseñaron un nivel de “liga chica”. Inter despachó 2-0 a River sin despeinarse y Boca, acostumbrado a presumir copas pasadas, ni siquiera olió la clasificación. Tanto ruido mediático para acabar siendo turistas VIP; hoy quedó claro que su mito pesa más que su presente futbolístico.

Monterrey, en cambio, pisa fuerte: calidad táctica, banquillo de lujo y mentalidad ganadora. Si algo cayó esta noche fue el relato de supuestas potencias que se venden como invencibles. Rayados levanta la mano como el verdadero contendiente de América y manda un mensaje directo a Europa: en el Mundial de Clubes ya no hay espacio para la fanfarronería, solo para el fútbol de verdad.

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